Esas gotas incesantes
que no dejan de lanzarse
desde el espacio abismal
entre la tierra y las nubes.
Esas gotas limpias, puras,
como el alma de la señora
gruesa, alta y saludable,
sincera, sencilla y amable.
Esas gotas incesantes
son las que ella prefiere
para llenar su tinaja
y bañar con ella todo.
¿Por qué gusta tanto
a esa señora el agua
que no es la del río,
que no es la del navegante?
¿Por qué se empeña
en su patio poner
palanganas y vasijas
para ese agua obtener?
Por el color de ese agua
por su olor y pureza
como su alma tan llena
de pulcritud y belleza.
Siempre para mi será
bella, pura y sana
esa señora sentada
en su sillón con balance.
Oh, madre, alegría quiero darte
al decirte que venero
el agua pura del cielo
quee tú sueles amar.
Quiero para ti un manantial
de ese agua virginal
que tú tanto estimas
y a mi me hace recordarte.
Año 1984
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